Al abrir los ojos sentí el frío y la luz, todo blanco y helado y un dulce calor en mi hocico.
Nací libre en las montañas. La manada era mi familia, desde la mañana hasta la noche brincaba junto a mí madre, corría por el prado y me revolcaba en la hierba húmeda.
Mi vida no tenía ni tiempo, ni limitaciones, era el sueño que todo caballo quisiera desear.
Hasta que un día me separaron de mi madre, vinieron unos hombres y nos cogieron a mí y a parte de la manada. Ya jamás volví a ver los prados llenos de flores, ni mis montañas nevadas.
Estos hombres me llevaron a un mercado de caballos, donde había gente muy cruel y sin corazón. Entonces vi a un chico que no dejaba de mirarme y se estaba acercando. Él preguntaba por mi nombre y si estaba en venta, pero dijeron que esos caballos estaban reservados para gente de dinero, que un simple chico como él no conseguiría un caballo a sí en su vida. Pero el chico no se desanimó, quería conseguirme costase lo que costase.
Así qué se gastó todos sus ahorros para comprarme y lo consiguió.
Me llevó a un lugar muy distinto de donde había vivido antes, era un establo en ruinas y muy pequeño, a penas tenían comida para alimentarme, pero amor no me faltó, aunque al padre al verme no le hizo nada de gracia, porque se gastó todos los ahorros que tenían para comprarlo. Aún así el niño hizo que se quedarán conmigo, era un chico extraordinario y el mejor dueño que había tenido. Estábamos muy unidos, pero yo veía que estaban sufriendo mucho y era por mí. Se gastaban demasiado dinero en mí y ya no tenían para mantenerme.
Por las tardes mi amigo y yo nos desahogábamos juntos y cada vez todos estábamos más delgados y más desesperados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario