Era un bosque en cualquier parte del mundo.
Era un bosque nunca visto por nadie, deshabitado y sin belleza alguna.
Un bosque que solo los ojos de Dios podían apreciar.
Dios quiso hacer de este lugar una maravilla y garantizar por siempre la felicidad de aquel afortunado que vendría a amar: a amar a los animales, a dar cobijo y comida a todo aquel que lo necesitase, a crear una familia y enseñar a los hijos que para poder vivir en este lugar solo hay que amar a todos los seres de la tierra, pero sobre todo a Dios y agradecerle todo lo que te ha dado todos los días de tu vida y nunca despreciar este gran regalo.
Y así generación trás generación el bosque sigue estando lleno de amor y alegría, hecho de pedacitos del amor infinito de Dios.
A los ojos de Dios es el bosque más bonito del mundo, en el hay una casa muy humilde, puede que sea la más humilde del mundo, pero para Dios es la más hermosa de todas y más que la casa las personas que viven en ella. Es cálida cual regazo de una madre.
Allí las personas se sienten pájaros volando en libertad.
El lago refleja toda su paz y el agua es transparente como un cristal.
En este bosque siempre es verano.
Todos los días sale el sol de la tranquilidad.
Este es el paraíso más humilde y con más belleza. Tiene un valor infinito y yo no lo cambiaría por nada del mundo.
He elegido este paísaje porque como ya he dicho antes me parece el más humilde y con más belleza de todos. Además me recuerda a mi campo, donde yo soy muy feliz y en él me siento muy cerca de Dios.
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