Nada más llegar se fue corriendo a su habitación y se echó a llorar. No le quería contar la verdad a sus padres de lo que le ocurría, se inventaba excusas y solo quería estar sola. Tenía un comportamiento totalmente distinto y ya no era nada alegre. Los padres siempre la intentaban hacer reír con las mejores payasadas que sabían, pero... No había manera de sacarle si quiera una sonrisa. Se había convertido en una niña triste, miedosa, no se relacionaba con la gente... Sus padres estaban desesperados y ya no sabían que hacer.
Entonces contrataron a un espía para que expiara lo que hacía su hija de la tarde a la noche.
El espía la siguió. La niña no se paró hasta encontrarse frente a una casa medio derrumbada y abandonada. Entraron y, de repente sonó una voz que ordenaba a la niña lo que tenía que hacer, una voz que resonaba hasta el fondo de la oscuridad de la habitación, una voz pobre y envejecida, que daba escalofríos en la espalda. El espía nada más ver lo que ocurría fue corriendo a contárselo a sus padres, pero... Fue demasiado tarde, pues cuando llegaron a la casa se encontraron a la niña muerta.